El se despierta deseando haber despertado en un caracol. Su sorpresa -y desilusión- fue despertarse en lo que siempre había negado. La ventana parecía ser extraña, alguien se asomaba, podía verlo por su sombra. Todo era más grande de lo normal, eso, hacia a él pensar que tal vez todos los días se encogía un poco más hasta llegar, algún día, al tamaño de un caracol.

La sombra seguía estática en la ventana, y eso comenzaba a preocuparlo. El problema no era que hubiera alguien detrás de la ventana, sino que ese alguien no quisiera jugar con él. Sus ojos, se mantenían fijos a la sombra, pestañaba muy poco, tenía miedo de que fuera una ilusión, que la sombra fuera producto de su imaginación y que nunca alguien haya venido a su ventana a jugar. Luego de 15 minutos de estar sentado en su cama, con los ojos irritados por falta de hidratación. La sombra se movió; el reaccionó y se paró de un salto. Eso hizo que la sombra se asustara y se marchara. El, totalmente desilusionado, lloró hasta el mediodía.

La soledad, era buena compañera, pero cuando venía acompañada por su prima melancolía, cambiaba el sabor de todo. Las galletitas de cocó no sabían a coco, sabían a papel. O el té mismo, sabía a agua de mar. Ella, la melancolía, le cambiaba el sabor a la vida y el color a las cosas. Nada parecía brillar en su presencia, era egoísta de su parte porque cuando venía de visita se acostumbraba y le costaba mucho irse, y por más que se fuera su prima la soledad, siempre se quedaba un tiempo más. Pero Soledad no era tediosa, su presencia ni siquiera se notaba, ocupaba poco espacio y casi no comía. Eso sí, tomaba mucha agua y era un poco celosa. Lo extraño era que pocas veces iba al baño, y el, pensaba que era porque expulsaba el agua acumulada por sus ojos. Era extraña, si, pero el le gustaba, a su presencia ya se había acostumbrado a ella.

El no era alguien poco cordial, ni mucho menos desatento. Jamás las había echado, ni tampoco había negado sus visitas. Ya, eran todos una sola familia.

El día pasaba y el invito a melancolía a dormir la siesta, ella, como de costumbre, no se negó. La melancolía era bastante grande y del borde de la cama los pies sobresalían, la soledad en cambio, era de su mismo tamaño, lo cual no dificultaba las cosas. Era incomodo dormir con la melancolía, nunca se quedaba quieta y le dejaba siempre una sensación de vacío en el estomago.

La siesta paso los limites especulados, y cuando despertaron la melancolía se había marchado, solo quedaba él y la soledad. Él, no quería cenar solo esa noche, así que pidieron una pizza y alquilaron una película. La noche se hacía más corta y de lejos se escuchaba que tocaban la puerta. El sabía quién era, y aunque fuera muy tarde para atender visitas, afuera hacía mucho frío, y podían enfermarse afuera. Era la melancolía, que en el camino se había encontrado con su tío, el insomnio. Su tío era muy peculiar, su humor era muy raro y siempre venia a proponer ideas muy extrañas. La soledad cuando ve a insomnio entrar se puso muy nerviosa, a pesar del ligero y lejano parentesco siempre había estado muy enamorada de él. Y si, porque en este mundo hasta las sensaciones se enamoran. Miramos dos películas más y comimos maní. Cuando de repente el insomnio se marcho, y todos caímos rendidos al piso.

Durmió como hacía meses que no dormía, y ni siquiera sabía por qué. En él no era muy común dormir mucho tiempo, lo veía como una pérdida de tiempo. Todavía tenía mucho por leer y mucho mas por aprender.

Despertó de sobre salto, abrió sus ojos rápidamente, y miro hacia la ventana. Y ahí estaba, había vuelto y no lo comprendía. El, que ya sabía lo que era perderla, se animó y su boca pronunció:

-No te vayas esta vez, quédate.

La sombra no contesto, pero entre las tablas de las celosías, dejo caer un dibujo. Era un corazón, y en la parte trasera se leía:

-Te lo entrego, hace 2 estaciones que me lo robaste.

Y así se marcho. El desconcertado, sentía que su cabeza giraba y se expandía haciéndose gigante, era un tsunami dentro de su cráneo, lejos, sentía que golpeaban la puerta fuerte, tan fuerte. Corrió hacia la puerta y habían muchas sensaciones que hacía siglos no veía. La alegría, con sus ropas de colores y su sonrisa inigualable. La esperanza con su capa de color verde. La ilusión, tan libre y volátil. Y había alguien que le produjo mucha intriga, era muy bello, y casi perfecto pero nunca alzaba la mirada, siempre miraba hacia el piso y parecía muy tímido, cuando de repente recordó quien era. El miedo.

Traían chocolates, de muchas formas y con muchas frutas. Todos habían traído su preferido, de chocolate con frutillas. Cuando del baño sale soledad, su cara mostro todo el disgusto posible y los celos se le notaron a flor de piel. Dijo soberbiamente, me voy. Y se fue. Hoy no era día para ella, habían venido amigos que hacía mucho no veía y teníamos que ponerse al día. El día paso tan rápido que casi no se dio cuenta. Así fue que alegría y esperanza, se fueron, su colectivo no pasaba con frecuencia así que se fueron y prometieron volver pronto. Miedo e ilusión se quedaron, tenía espacio para ellos y no quería que soledad viniera a reprocharlo.

Sonó su celular y tenía un mensaje: no te acuestes, en 10 minutos voy. Miro el remitente, el insomnio. Llegue a pensar que está obsesionado con él, su visita es tan regular y constante que da mucho pie a imaginar.

Lo que antes había parecido una fiesta, ya no lo era. La ilusión se marcho en un abrir y cerrar de ojos. Seguramente, cuando ella salió el insomnio estaba terminando su cigarrillo en la puerta. El entró, raro como de costumbre, y le dijo: Hoy quiero que hablemos. Su tono sonó más extraño de lo normal, lo cual en mi produjo mucha incertidumbre.

¿Qué pasó hoy? Dijo claramente el insomnio. El no sabía que contestarle, realmente no había tenido tiempo de pensar, había estado ocupado con esperanzas, ilusiones, miedo y alegría. Nosé que pasó hoy, si te digo algo, seguramente mentiría, contesto.

- Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser. Dijo el insomnio.

A él, lo sorprendió, nunca lo había escuchado hablar tan profundamente. Pero a la misma vez tuvo miedo, lo había olvidado, el nunca se había marchado. Agustín, ese era el nombre de él. Pero insomnio, gritó Agustín, decime de que hablas, no quiero que exista lugar a subjeciones.

El amor, Agustín, eso es el amor. Dijo el insomnio.

¿Amor? Agustín se preguntaba que tenía que ver el amor en este momento, no venia al caso. No había tiempo, ni mucho menos lugar. Pero más bien se preguntaba, que era el amor. No era algo fácil de definir, existe de 1000 formas y en mil lugares distintos, pero sabía que existía.

La casa se lleno de sensaciones, era una castillo de papel que solo podía retener. Era imposible ver a la alegría tomando Martini con la tristeza, pero inusual era ver a la esperanza jugando póker con la desilusión.

El cayo rendido, sentía que nunca más iba a abrir los ojos, y así paso. Durmió 9 noches seguidas; durmió tanto que no sabía si dormía o estaba despierto.

Sus ojos, llenos de lagañas; sus sabanas, llenas de lágrimas.

- ¿Qué ves en mis ojos, hay algo más para ver en mí? Grito Agustín.

Agotado, y sin energías las saco solamente para pronunciar esas palabras, sabía que la sombra estaba ahí, pared por medio, pero sabía que ahí estaba. La sombra no tuvo valor, y rompió en llanto. No tenía orgullo, no le importaba llorar delante de la gente.

- Perdón, perdón por haberte robado la libertad de andar, y haberte regalado la libertad para encerrarte. Dijo la sombra.

- Lo que yo te entrego es amor incondicional, profesado, siempre, sin esperar nada a cambio. Sin ti, amor, no viviré, no habrá mañanas en las que quiera seguir despertándome. Finalizó Agustín.






[Planeta Colchón. Martes 27 de Octubre. By: Matías]